domingo, 21 de abril de 2013

HUMALA CONTRA HUMALA
Johnny Montalvo Falcón

 
La carrera política de nuestro actual presidente ha sido meteórica. En poco más de una década llegó a ocupar la más alta investidura de nuestra República. Para los “desmemoriados”, Ollanta Humala era un militar desconocido hasta el día 29 de octubre del año 2000, en las postrimerías del Fujimorato. Cuando ya se estaba desmoronando el régimen más corrupto de nuestra Historia, cuando ya se había producido la Marcha de los 4 Suyos y aparecido el vídeo Kouri-Montesinos, un desconocido comandante de nuestro Ejército en la lejana Moquegua, en el cuartel Arica de Locumba, decide realizar un “levantamiento militar” con su Pronunciamiento de rigor (costumbre de todos los golpes militares en el Perú), exigiendo la renuncia “inmediata” de Alberto Fujimori a la presidencia de la República, por haberse reelegido en unas elecciones “ilegítimas”. Es decir, nuestro actual Presidente nace a la vida política denunciando la ilegalidad de unas elecciones que para los diseñadores del Plan re-reeleccionista sí cumplía con las normas establecidas en nuestra Constitución y Leyes, y que había posteriormente recibido a la misión de la OEA que creó la famosa “Mesa de Dialogo” que finalmente posibilitó la caída del régimen Fujimorista. El “desconocido” comandante Ollanta Humala no avaló esa elección donde casi toda la prensa estaba “a favor” de un candidato y donde todas las “condiciones” favorecían abiertamente a un solo candidato. Humala se pronunció contra el régimen Fujimorista porque era “ilegal” al haber nacido de unas elecciones fraudulentas. Según sus seguidores esa fue su “gesta”.

Pero Humala ya nos tiene acostumbrados a sus “cambios”, a su “gran transformación” (la única que ha habido hasta ahora) permanente, a decir y desdecirse con facilidad. El Presidente pasó de un discurso radical y chavista en el 2006 a un discurso menos radical en el 2011. Y en el tránsito entre la primera y segunda vuelta del 2011 ocurrió su “gran transformación” que permitió el apoyo de los autodenominados “garantes” (Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo) y su posterior triunfo electoral sobre Keiko Fujimori por un estrecho margen de votos. En estos dos años Ollanta Humala mantuvo el modelo económico Fujimorista en “piloto automático” (como en los gobiernos de Toledo y García), pero parece ser que no lo hizo por “convicción” sino porque le permitía afianzarse en el poder y contar con el apoyo de la derecha y de los “poderes fácticos”, así como el beneplácito de la Embajada de los Estados Unidos y de la mayoría de países occidentales (recordemos el lobby de Salomón Lerner ante los Embajadores occidentales antes de ser candidato en el 2011). Ollanta Humala ha estado guardando su polo rojo chavista de la campaña del año 2006 para poder gobernar con relativa calma en estos casi dos años de mandato. Mientras tanto pareciera que tuviera una red de aparatos “paralelos” en el Estado peruano que obedecen directamente a él y a su esposa. Y en el Congreso, a través de dadivas y componendas (al estilo fujimorista de los noventa), ha sabido mantener la “estabilidad” necesaria para poder ir armando el proyecto reeleccionista a través de la candidatura de su esposa en el 2016. Ollanta Humala ha cambiado muchas veces pero parece que hay algo permanente en su voluntad política: quiere permanecer en el poder.

Como otros caudillos autoritarios de nuestro Continente y de nuestra propia vida republicana, Ollanta Humala cree que se necesita de su continuidad en el poder para que las cosas marchen mejor en el país. Y sus seguidores ya comenzaron la campaña en todas las redes sociales contra todos los posibles candidatos que son “corruptos” (Alan García), “viciosos” (Toledo), “autoritarios” (Keiko) y “perdedores” (Castañeda). En el imaginario colectivo del nacionalismo existe la justificación de la “perpetuación” en el poder porque “no hay mejores candidatos”. Los propagandistas del nacionalismo en todas las redes sociales e Internet no cesan en sus ataques a los políticos “corruptos” (ya no se dice “tradicionales” como en la época de Fujimori) y en dejar bien en claro que la única opción “democrática” y “decente” estará representada por Nadine Heredia en el 2016. Desde que comenzó este gobierno, Ollanta Humala y su entorno más íntimo han estado preocupados en ir destruyendo los “prejuicios” y antiguos temores que suscitaba su actividad política. Pareciera que Ollanta Humala se siente muy bien ocupando el cargo de Presidente y que le costaría mucho trabajo dejar el poder por lo que considera necesario mantenerse en el mismo a cualquier costo a través de la “reelección encubierta”. Muchos “líderes” de los demás partidos de centro y de centro derecha no ven con malos ojos al Presidente y es probable que se den muchas deserciones y “transfuguismos” en los próximos años sí es que la “opción Nadine” adquiriera fuerza y “legalidad”. Y la izquierda en el Perú, que ha sido “ingenuamente” apoyada por Lourdes Flores, PPK y hasta la CONFIEP, seguramente también dará su apoyo a la intentona de continuidad en el poder de los Humala-Heredia.

Y esto que se está construyendo desde las altas esferas del poder tiene y tendrá apariencia de “legalidad” y de respeto a las normas Constitucionales, que como dice el “oficialista” Heriberto Benitez en la “pirámide Kelseniana” tienen primacía sobre las demás normas. Ya un constitucionalista de prestigio, el doctor Francisco Eguiguren, ha señalado que la postulación de Nadine Heredia en el 2016 es legítima porque la Ley que actualmente lo prohíbe es anticonstitucional. Las Dictaduras siempre buscan la apariencia de legalidad para poder nacer, crecer y desarrollarse, sólo cuando son tan “necias” de considerarse “eternas” y pensar que no necesitan de esa “apariencia” es que comienza su proceso de derrumbamiento. Recordemos el desparpajo de la “interpretación auténtica” para permitir la re-reelección de Fujimori. La “legalidad” siempre es aducida por las Dictaduras, pero llega un momento en que respetarla constituye una traba, un mecanismo que impide ejercer el poder como al Caudillo le gusta. Esto es lo que sucedió en las postrimerías del Fujimorato. Esto es lo que está sucediendo en Venezuela el día de hoy. El ex dictador Hugo Chávez se servía de la apariencia de legalidad para continuar en el poder. Pero hoy en día hasta las elecciones se han convertido en una traba para su delfín, Nicolás Maduro. Este personaje, que parece haber salido de alguno de los cuentos de García Márquez hoy en día no sabe cómo utilizar el gigantesco “andamiaje” construido por su predecesor para poder mantenerse en el poder. Maduro no ha podido siquiera ganar contundentemente una elección a pesar de todas las irregularidades que se han cometido en ese proceso electoral que ha sido más escandaloso y descarado que el de Fujimori en el 2000. Y he aquí otra “gran transformación” de Ollanta Humala que fue capaz de levantarse en armas aludiendo el derecho de insurrección contra un gobierno “ilegitimo” y que ahora, dando otra vuelta de 180 grados, felicita al ganador de un proceso electoral irrito, y se da el trabajo de llamar a todos los presidentes de UNASUR para ir a avalar el resultado de unas elecciones que fueron más fraudulentas que las del Perú en el año 2000. Humala contra Humala.

Hagamos un esfuerzo para comprender todo el “montaje” de este “apoyo” de UNASUR a la elección de Nicolás Maduro en Venezuela. En Perú el presidente Ollanta Humala es uno de los primeros (sino el primero) en felicitar el triunfo de Maduro y éste señala que ha recibido “consejos” del presidente peruano. Pero Ollanta Humala todavía quiere respetar las “formas” democráticas porque todavía no es un Dictador y acude a “negociar” con la bancada de Perú Posible para conseguir el apoyo en el Congreso para la autorización de su viaje a Venezuela (de acuerdo al numeral 9 del artículo 102° de la Constitución). Alejandro Toledo, critica las elecciones en Venezuela, pero llama a todos los miembros de su bancada para que den su voto a favor del viaje del presidente a Venezuela (según versión del dirigente de Perú Posible, Daniel Mora), el “garante” se compromete así más con el Gobierno ¿a cambio de qué? (todavía esto no se sabe). Pero aún con este as bajo la mano, Ollanta Humala, no quiere quedar mal ante la Embajada de Estados Unidos y mientras envía a su esposa a Washington, él como presidente pro tempore de la UNASUR convoca a los presidentes para una reunión extraordinaria que tiene en la Agenda “apoyar el proceso democrático en Venezuela”. En el conclave de madrugada Humala expresa su apoyo a Nicolás Maduro pero por presión de Brasil y Colombia se acepta el “reconteo de votos” planteado por el candidato Capriles, a cambio del reconocimiento “formal” de UNASUR a la elección de Maduro (según lo señalado en una entrevista a “El País” por Ricardo Hausmann, exministro venezolano y profesor de Harvard University). Y como al presidente de la República le corresponde dirigir la política exterior del Estado y las relaciones internacionales (según el numeral 11 del artículo 118° de la Constitución), viaja con todos los demás mandatarios a la investidura presidencial de Maduro, justificando su proceder en una apariencia de “legalidad” y de respeto a la Constitución y a los tratados internacionales.

Debo añadir que según el artículo 55° de nuestra Constitución “los Tratados celebrados por el Estado y en vigor forman parte del derecho nacional”, por lo tanto, el Tratado de UNASUR conforma nuestro ordenamiento jurídico. Y como el artículo 118° de la Constitución señala en su primer numeral que corresponde al presidente de la República “cumplir y hacer cumplir la Constitución y los Tratados, Leyes y demás disposiciones legales”, entonces nuestro actual presidente ha procedido en el más absoluto respeto de nuestro ordenamiento jurídico! Y este "proceder" continuará así hasta con la postulación ilegal de su esposa. Si bien es cierto que la UNASUR fue una organización creada por el difunto dictador Hugo Chávez para contraponerla a la OEA, también es cierto que UNASUR se viene convirtiendo más en una organización internacional de carácter político que sirve a los intereses “imperiales” de Brasil y su política de “hegemonía” en la región sudamericana, así como en un mecanismo de legitimidad para los procesos reeleccionistas que están “de moda” en la región sudamericana desde los años noventa. El continuismo en el poder es el único punto en común que comparten los gobernantes de derecha e izquierda (Castro y Pinochet, Lula y Santos). Los gobernantes sudamericanos se creen “iluminados”, “predestinados”. Muchos de ellos se creen “salvadores” de Repúblicas que viven sumidas en la inflación y la violencia delictiva como Venezuela, o en el desbarajuste económico y la crisis política como Argentina. Ollanta Humala se va sumando con su reciente proceder a ese grupo de gobernantes que cree que a través de un “reconocimiento internacional” se puede avalar el continuismo en el poder y el resurgimiento del autoritarismo en toda la región. Humala contra Humala. Se vienen malos tiempos para la Democracia en Sudamérica.

Lima, 19 de abril de 2013.

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